La Epidemia del Desaprender.
Alejandro Houston Cubilla, CEO de The Lab y gran amigo y mentor de la casa, nos comparte una reflexión sobre las consecuencias de la pandemia que nos aqueja actualmente, y habla sobre la importancia de un virus que siempre se nos escapa, el de desaprender. A continuación, compartimos sus palabras y le agradecemos, desde ya, por su colaboración.
Si hay algo en lo que estamos todos de acuerdo durante la pandemia del Covid-19, es que sus efectos sociales fueron devastadores. Miles de puestos de trabajos perdidos o en riesgo, mucha incertidumbre sobre el futuro de nuestras profesiones y miles de empresas de todo tipo y tamaño cerrando o al menos tambaleando.
“Creo que todas las crisis, en especial una con impactos tan profundos como esta, son oportunidades de contagiarnos con un virus que pocas veces estamos dispuestos a enfrentar en escenarios normales; el de desaprender.”
Si sos de los que vienen haciendo las cosas de una manera en los últimos años y te viene funcionando bien la fórmula, es difícil querer cambiar la receta. Hasta que te avisan que un ingrediente clave dejó de existir en el mercado. Después todos. Después te dicen que murió el mercado y ahí te ves obligado a adaptarte o desaparecer. Esa gran disyuntiva en la que la mayoría de las empresas y personas nos vamos a encontrar en los próximos meses.
Pero adaptarse para mí, en el mundo post Covid-19, es más que entender y ejecutar los nuevos paradigmas de modelos de negocios, las tendencias y las modas. Hay incontables artículos y webinars sobre el tema. Todos los grandes ya te hablan sobre la aceleración de procesos que eran inevitables pero parecían distantes. Yo quiero hablar sobre las transformaciones interiores y el desaprender personal. El reordenamiento de mis prioridades de vida. Porque es esa sacudida de la estantería interna en cada ser humano la que va a moldear finalmente los mercados del futuro en base a todo un conjunto de nuevas necesidades que vendrán y que por alguna razón siento que no será otra cosa más que la necesidad de volver a ser más humanos y disfrutar de las cosas más básicas. Sentirnos parte de una tribu global o local y no un número más que engrosa estadísticas o simples masas manipulables para el consumo o la votación.
Para mí, enfrentamos una oportunidad de abrazar salvajemente esos impulsos de hacer las cosas que en esa primera semana de cuarentena todos quisimos empezar a hacer (sabes bien que tuviste esa charla con tus amigos por WhatsApp).
Si ni siquiera una pandemia semi apocalíptica es capaz de ser catalizadora de esos proyectos que tanto tiempo postergamos, ¿qué tiene que pasar en el mundo para que se materialicen? Mandar todo a la mierda (sin cagarle a nadie, por favor) y hacer ese largo, el disco de esa banda de la facu o ese libro en el que solo podes avanzar algún que otro domingo en el que no estás completando planillas de medios. Dejar de morir día a día por esos deadlines inamovibles que siempre se mueven y no perderte más el cumple de la vieja por esa reunión que podía haber sido un mail.
“Todo esto ya se habrá dicho tantas veces y sobre todo estás últimas semanas. Porque, si no te cuestionaste laburar en publicidad durante esta cuarentena (o en tu carrera), ¿verdaderamente laburás en publicidad?”
Ojo. La publicidad me ha dado muchísimos bellos (y tremendamente efímeros) momentos de felicidad profesional. Soy un agradecido de corazón a la publi y la vida que me permitió tener. Pero creo que el mundo post Covid nos interpela a algo más que el 2x1 y la frivolidad. La gente va a querer cultura, entretenimiento y contenido de verdad. Y digo de verdad porque la gente real, la que camina en la calle, no compra el caso trucho de festivales. Esos onanismos que creamos en Publi para pensar que estamos cambiando el mundo con una gráfica o un TVC.
La gente tuvo tiempo de entender que el vacío del consumo por el consumo en sí, no se llena. Se necesita familia, amigos, viajes, comidas con risas, anécdotas. Todos los recuerdos lindos que les contamos y pasamos a nuestros nietos cuando somos viejos y que hoy extrañamos.
Suena tan fácil y es tan difícil hacerlo. Pero si ya hicimos cosas tan difíciles para otros (muchas veces por plata que ni siquiera justifica la terapia posterior), ¿está prohibido pensar en usar nuestros talentos y nuestra creatividad para que esas cosas difíciles nos beneficien un poco más a los que vivimos de resolver problemas?
Buscar esa conexión más profunda no tiene por qué significar dejar de lado nuestra capacidad de generar oportunidades de negocio. Lo que pide es sacar del centro el negocio para reemplazarlo por el amor y la pasión de hacer lo que estamos haciendo. El negocio vendrá por añadidura. Creo que con ese espíritu arrancaron todos los grandes que de verdad dejaron marcas.
Por ahí tu pasión es quedarte hasta tarde un viernes terminando un original, y eso está muy bien. Por ahí es hacer cerámica en un pueblo. Por ahí es grabar atardeceres en la playa. ¿No te parece hora de que descubramos y hagamos lo que nos llena el corazón?
Yo sé lo que voy a aprender del Covid: voy a desaprender mis prioridades para buscar otras que me hagan holísticamente feliz.
Alejandro Houston Cubilla
ale@thelab.com.py
@alehouston88